Después de un principio de año pasado por agua y frío, parece que llegan esos fines de semana soleados de invierno en los que tanto se apecete patear el campo.
Este último fín de semana de Enero se presentaba propicio para pasear por esa sierra gaditana que tanto sabor y buenos momentos me dió el año pasado. Ya dejé de tener la caravana fija en el Camping de Los Gazules, a las puertas del Parque Natural de los Alcornocales, así que ahora toca engancharla al coche y y recorrer, tranquilo y con buena letra, los 150 km que separan mi casa del camping.
Después de una noche bastante fría, el sábado amanece radiante y soleado; ese sol de invierno que apetece absover trás un cristal un día de viento helado. Curiosamente, para desmentir lo cotidiano, el habitual y molesto viento de levante ha pactado una tregua con los rayos solares y el día invitar a pasear.
Pongo, mi Golden Retriever, sabe perfectamente lo que le espera viéndome calzar las botas, meneando el rabo nervioso; a su vejez perruna está viviendo experiencias que nunca tuvo tantos años casi sin salir de sus habituales paseos en casa.
El tiempo está loco y con ello la naturaleza: árboles y plantas que florecen a destiempo hacen echarme la navaja al bolsillo; con las recientes lluvias y este sol quizás encuentre algo interesante.
Ya en el camino, mi primera búsqueda fué junto a los cactus que lo bordean. Es muy pronto, lo sé, pero tenía yo esperanzas de encontrar:
- TAGARNINAS.
Scolymus hispánicus es su nombre científico; también conocido como "cardillo", es una planta silvestre que crece a ras del suelo en los márgenes de los caminos y en campos abandonados o no cultivados.
A simple vista es una mala hierba con hojas llenas de pinchos y que se confunde fácilmente con el resto de plantas silvestres. Algo que las caracteriza es el tono morado al principio de los tallos de las hojas.
Las tagarninas; ese producto que nos regala el campo y que tan ricas están. Ya lo cantaba Carlos Cano en las "Murgas De Emilio el Moro":
¡Espárragos, caracoles, tagarninas de la sierra!
a manojitos los niños venden por las carreteras.
No sé por qué te lamentas en vez de enseñar los dientes
ni por qué llamas mi tierra a aquello que no defiendes.
Si en vez de ser pajaritos fuéramos tigre bengala
a ver quién sería el guapito de meternos en una jaula.
La tagarnina, si el tiempo no estuviera loco, sale a finales del invierno y principios de primavera. Pero lo cierto es que ahí estaban, mirándome con cara del que grita "cómeme!". No quise yo ser grosero y le presenté a mi navaja.
Después de coger varias con cuidado de no pincharme y echarlas en una bolsa, seguí por el camino hasta el comienzo de la ya muy pateada "Ruta de los Molinos"; una vez dentro me desvié a la derecha y, subiendo una loma, busqué en la base de los olivos silvestres que por allí había, mi siguiente objetivo:
- ESPÁRRAGOS TRIGUEROS.
Los espárragos trigueros, al igual que las tagarninas, son más propios de la primavera.
Hay gente que confunden los espárragos trigueros con espárragos verdes; los segundos son cultivados, suelen ser más gordos y con sabor más suave. Los espárragos trigueros son los que crecen silvestres, mucho más finos y de un sabor más intenso y amargo; un amargor que le confieren esa personalidad y autenticidad que tanto nos gusta a los que los buscamos como pequeños tesoros escondidos entre las ramas llenas de pinchos que forman las esparragueras y que fueron antiguos espárragos que tuvieron suerte de crecer libres de manos, como las mías, que los arrancaran del suelo.
Una vez que te familiarizas con las esparragueras, son fáciles de distinguir. Lo difícil es encontrar retoños nuevos, los codiciados espárragos, y mucho más junto a esta ruta tan frecuentada. Aún así me puse mano a la obra.
Una vez localizada la esparraguera, hay que agacharse un poco y mirar a ras del suelo; con un poco de atención se pueden distinguir, si es que hay, los tallos verdes de los espárragos, que se difieren de sus hermanos ya crecidos porque estos últimos son de color mucho más claro. Las ramas de las esparragueras están minadas de pinchos y es preferible asegurarse de que haya algún espárrago antes de meter la mano que, inevitablemente si no llevas guantes, va a terminar arañada.
Tampoco quise abusar y cogí solo un pequeño manojo para, junto a las tagarninas, hacer un revuelto para la cena; claro que para hacer un revuelto me faltaba otro ingrediente fundamental:
- HUEVOS.
No llevaba huevos y para un revuelto son absolutamente necesarios, así que me acerqué donde sabía que podía comprar unos cuantos y además puestos en el mismo día: La Venta Patrite.
La Venta Patrite es un pequeño restaurante que bordea una carretera sin salida que termina donde empieza la ruta de los molinos. Según se cuenta, el origen de la venta fué cuando empezaron a vender bebidas refrescantes a los que por allí pasaban; imagino que serían los que transportaban los fardos de harina que molían en los antiguos molinos que aprovechaban las aguas del río Montero. De esos antiguos molinos ya hablo en una entrada del blog:
En esta venta vas a comer lo que toque en ese día y nada de menús fijos ni platos refinados; unos buenos huevos fritos con patatas y chorizo, carne de caza, las extraordinarias tagarninas rellenas y cosas por el estilo.
Aún siendo temprano, la amable señora me vendió una docena de huevos de esos que son todos distintos y blancos; vamos, de gallinas picamierda.
- MANOS A LA OBRA:
Ya tenemos todos los ingredientes fundamentales, a los que hay que añadir los de siempre para un simple revuelto:
- Espárragos trigueros
- Tagarninas
- Huevos
- Aceite
- Sal
Primero hay que cocer las tagarninas y, en este caso, los espárragos (aunque no es necesario). Para ello tenemos que limpiar bien las primeras.
Para ello lo suyo es tener uñas y poniendo los edos en forma de pinza y desde el tallo a la punta, quitar las hojas con los pinchos. Como yo me como las uñas y cuando me pica la pierna me tengo que arrascar con las llaves de casa, he usado una bolsa de plástico.
Una vez limpias las tanarninas, tenemos todo preparado.
Vamos a cocer las tagarninas y los espárragos para que queden blandas y quitar amargor a los segundos. Podríamos solo cocer las tagarninas y sofreir los espárragos echándolos en aceite muy caliente.
Antes de cocer los espárragos los cortamos para aprovechar la parte carnosa y no la dura, para ello vamos doblándolo con los dedos desde la base hacia la punta hasta que se rompan (esto va para Álvaro, que no se entera).
Lo echamos en una olla con agua con sal y dejamos que cueza hasta que estén blandas las tagarninas.
Ya tenemos todo cocido, echamos un poco de aceite en una sartén y refreimos un poco la verdura mientras batimos los huevos. No me gusta que el huevo cuaje mucho, hay que dejarlo jugoso.
La receta es muy sencilla, pero con ingredientes así es un plato que merece la pena.